No es cuestión de caminar erguido.
Se puede resbalar
plácidamente,
y dejar que los pies
se hagan de hielo
sobre las aceras.
Un hombre se tornó escarcha
cuando olvidó el canto de su alma
y las cigüeñas le vaciaron la mirada.
Pero aprendió a resbalar
Cantando con labios nuevos
las viejas canciones.
Los hilos de su historia le envolvieron,
tiñendo de blanco sus pensamientos.
Cuando quiso caminar al alba,
Ciego y hambriento de luz,
no encontró sus huellas.
Habían volado lejos,
como pavesas o copos.
Extendió los dedos para acariciarlas.
A sus pies se desplegó un mensaje,
desnudo y caliente.
Y le quemó las plantas.