esquinados

Teníamos una vida,

una esquina y dos relojes

que marcaban la hora con siete minutos de diferencia.

Ese fue siempre nuestro amado desajuste.

Tus segundos y los míos se desencontraban

cada día, en la misma esquina.

Y tu sombra se cruzaba con la mía cuando llegabas.

Yo me alejaba, camino de la casa

donde jamás nos encontrábamos.

Tu acariciabas la piel que me dejaba colgada en el armario

y me ponía, al día siguiente,

repleta de besos.

Yo te planchaba las camisas

con la mirada perdida,

preguntándome a quien pertenecían.

Jugamos a ser una pareja

sin saber que teníamos aún

los nombres por estrenar

Y la vida todavía no nos había encontrado.

 

de caricias y besos

No me besaste nunca sin acariciarme.

Las manos eran pájaros viejos

que no tenían filos,

sólo plumas de aire.

No me tocaste nunca sin decirme niña.

porque eso fui yo siempre a tu lado.

Me contabas palabras y sombras,

hablándome en un idioma que desconocía,

porque tu vida estaba en otra parte, siempre.

Tuve que aprender a olvidar tu pasado,

cuando te marchaste un día,

sin despedirte.

ese de sombras

Se sombra.

Con s de ser. De sentir.

De silbar entre los dientes

sabiendo que el cuerpo

es simplemente eso.

Eses que sólo suenan,

sin que sus huesos se densifiquen.

Silabas de suave brisa.

Eses que son solo sones.

Serenas siempre siendo,

mientras otros resuenan

densidades sin límites.

Se ese que deseo.

Es sencillo: debes probar

a silabear conmigo.

Simplemente esos labios

se abrirán para ser

la sombra de si mismos.

Y sonreír siempre,

susurrando en las sigilosas

esquinas de mi alma.

 

en esa mañana

En esa mañana,

fui agua entre tus dedos.

Agua que se resbalaba,

sin que me detuvieras.

En esa mañana,

no dejé lugar sin recorrer,

fuente de transparencia y locura,

donde el amor se confundía con la noche,

como si el cielo se oscureciera para nosotros.

En esa mañana,

tus espinas dejaron de pincharme,

no encontraron carne donde clavarse.

Reconocí el sabor de la sal en mis labios

y supe que el agua que yo era,

te había alcanzado.

no sé

No sé por qué no te esperé.

Había imaginado todo.

Tus ojos, las palabras que nos diríamos.

El olor de tu cuello, cuando te abrazara.

Sabía cuál sería el tono de tu voz,

el tacto de tu jersey azul

y el color de la vieja bufanda que compramos juntos.

Sabía que me dirías hola,

con una mirada suave, entornando las pestañas,

como si me vieras por primera vez.

Siempre por primera vez.

Me levanté y contemplé mis pasos,

alejándose del banco.

Nunca más por primera vez.

Porque los años están llenos de minutos,

que cuentan como soles.

Y los soles se deshacen cuando no los recuerdas.

Te regalo nuestro banco,

ahora que está lleno de nosotros.

Y de todas las veces que nos recogió,

humilde y amable.

Como tú.

sin título

No hay titulo para la soledad.

Ni hay soledad que no desee llevar un nombre que la acaricie.

Un nombre que no será el mío, ni el tuyo.

La soledad se merece otro,

no fuimos capaces de convertirla en algo diferente.

Crecimos solos, junto a ella,

un trío de amorosos solitarios,

que se rozaban una y otra vez,

sin darle cuerpo a la idea,

ni ideas capaces de reencontrarse en el cuerpo.

Soledad se irguió única entre nosotros.

Hermosa, eterna e innombrable.

Porque hay nombres que nos pueden

y no nos atrevemos apenas ni a escribirlos.

 

 

desencuentros

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Ella soñaba con zapatillas y sopa.

El, con vino y sonrisas.

Ya en casa, la cazuela la observó

con su ojo vacío.

 

Frente al espejo,

los labios de él dibujaron sólo una mueca.

Pero mucho antes,

en aquel vagón,

vivieron un amor sin palabras.

Un pin pon de miradas,

sonrisas, vinos y sopas

que nunca se tomarían juntos.

Y eligieron mirar hacia otro sitio.

 

 

 

la primera mañana

La primera mañana después de no verte,

fue increíblemente igual a las otras.

Salió el sol. Y me alumbró,

de la misma forma que lo había hecho hasta ahora.

Cerré los ojos.

No se porqué, ya no estabas.

El sol me calentó los párpados.

Como siempre.

dos

Conviérteme, amor, en otra,

una que no te conozca,

una que no te recuerde.

Ámame, amor, como a otra,

pues no se quién soy,

ni de quién.

He olvidado tus labios, tu tacto.

He olvidado tu nombre y el mío.

Ya no quiero ser yo,

para que tus dedos me descubran de nuevo.

Ámame amor, otra vez.

Y recuerda lo que ya no somos,

lo que nunca fuimos.

preguntas

Un soneto es la mejor medicina para vencer los miedos de lanzarme a publicar este blog. Allá va.

¿Con qué voy a llenar las cavidades

que resuenan vacías en mi alma?

¿De dónde brotará la piel que calma

el fuego que no arde en mis ciudades?

¿Quién dará la señal? ¿Qué enfermedades

me quemarán de fiebre?¿Cuántas camas

soñarán que me acunan con sus llamas?

Nadie sabe de hielo ni de tardes

donde el delirio cálido no asoma.

Quiero probar la savia de otros labios,

quebrarme entre sollozos que alguien doma,

beber mi propia sangre de paloma

herida ya en el cielo por un sabio

amor que nada sabe y todo toma.